Un sábado a mediodía el bullicio es notable en Dolores Hidalgo. Vecinos, vendedores y turistas se agolpan en las calles a medida nos acercamos al centro de esta villa, cuna de la independencia de México. Hay un cierto interés entre el gentío por aproximarse a la plaza del Grande Hidalgo y en especial, a la parroquia de Nuestra Señora de Dolores, lugar donde el cura Hidalgo lanzo su grito de independencia. El sol en alto pica y obliga al sombrero o la gorra. Apenas se levanta la vista, una torre de una iglesia llama la atención. Corta el paisaje mostrando claramente su cantera amarronada en contraste con un horizonte de casas bajas de tonos claros. Es la parroquia de la Asunción. Al acercarnos, el templo se muestra contundente gracias a un atrio y una torre con pórtico, más gótica que ecléctica y de una altura que tapa el disco solar. La gente entrando a misa le da mayor sentido al conjunto arquitectónico que esconde una particular historia a medio camino entre la idolatría y el fervor religioso en una época donde lo católico luchaba por no perder protagonismo.
La dedicación inicial de esta iglesia fue a la Virgen de la Saleta, una devoción controversial para la Iglesia aún hoy. Su culto se origina tras la aparición en 1846 de la Virgen María a un par de adolescentes en La Salette-Fallavaux, una aldea en los Alpes franceses. A éstos la Virgen llorando les habla de que en el mundo impera la impiedad, la blasfemia y que las gentes ya no acuden a misa. También, les revela dos secretos que han sido fuente de gran controversia y supusieron la puesta en duda la aparición, en 1877 por la Sagrada Congregación de Ritos.
Casi 30 años más tarde, el 12 de marzo de 1875, la feligresía de Dolores inducida por el párroco José María Gómez ponía la primera piedra de este templo. Un acto de idolatría y de rebeldía. En esos años Guanajuato y México se debatían entre la aplicación de las leyes liberales de Reforma y los más diversas algaradas militares o las acciones de bandidos. Había temor ignorante por casi todo y una moral constreñida a obligaciones religiosas. Levantar un nuevo templo era dar franco apoyo a la Iglesia por parte de feligreses frente a las posturas anticlericales de los gobiernos liberales de la época. Cien años más tarde, en 1976, se transformaría en la actual parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, abandonaba una advocación controvertida pero útil en tiempos convulsos.
En 1891, el funcionario de correos, metido a historiador local: Pedro González, en sus Apuntes históricos de la ciudad de Dolores Hidalgo nos aclaraba quienes había diseñado y construido la iglesia:” El diseño hecho por D. Zeferino Gutiérrez, fue ejecutado en lo concerniente a cantería por D. Celso Flores, y en albañilería por los maestros D. Mauricio Luna y D. Francisco Hernández.”
Será la primera obra diseñada por el maestro de obras Gutiérrez, mismo que años más tarde, en 1880 se haría famoso al construir la torre de la parroquia principal de San Miguel de Allende. De igual forma, el mismo González nos habla de las características del templo y da algunas fechas relacionadas con las obras dirigidas por los maestros Luna y Hernández. Ello nos permite conocer la evolución constructiva de esta iglesia. Así, se inició en marzo de 1875. Dieciséis meses más tarde, en julio de 1876 se da por concluido el pórtico. La nave central, de 65 varas de largo y 12 de ancho, se concluye en febrero de 1882. El crucero y la cúpula en julio de 1883. Se cierra la parte posterior en enero de 1888. Ocho años más tarde se da por concluido el templo, habiéndolo dotado de cinco pinturas de motivos de la vida de Cristo, firmadas por Pedro Ramírez. Noventa años más tarde, en 1985, el templo sería ampliamente restaurado.
Lo más llamativo de esta iglesia es su pórtico que cubre la totalidad de la fachada principal, es de factura neogótica y tiene una altura considerable. Está conformado por tres arcos ojivales a gran altura sustentados por pilares de planta cuadrada hechos de cantera rosada, a los que se les adosa en el exterior un pedestal, una columna y un capitel de estilo corintio que parecieran sustentar los arcos. Éstos en altura están retranqueados, lo que los hace parecer dobles y convertidos en una suerte de bóvedas apuntadas que cubrirían el pórtico. Encima de estos arcos se extiende un frontón escaso limitado por una cornisa moldurada. Sobre el pórtico hay una torre de planta cuadrada, abierta a los cuatro lados, cada uno con sencillas arcuaciones dobles de clara factura gótica y con un óculo en la parte superior de las mismas. Dicha torre contiene las campanas del templo y está festoneada en sus vértices con frondas decorativas de cantera y pináculos de planta circular y cuadrada. Encima de la torre hay un chapitel piramidal con tres óculos a lo largo de su estructura que culmina con una cruz. La estructura en sí misma, no está exenta de desproporción y pueda ser vista como un error arquitectónico. Como otros que tiene el templo y que nos recuerda el ya mencionado Pedro González: “Un arquitecto perito de mediano buen gusto hubiera evitado defectos graves que saltan a la vista; porque la puerta principal no tiene las dimensiones respectivas, el arco que sostiene el coro, no tiene forma de tal, por lo mal trazado, y el cornisón del templo se avanza sin apoyo en el tramo del altar mayor, tapando detalles importantes de éste y haciendo palpables en los dos distintos órdenes las equivocadas proporciones del conjunto.”
A pesar de esos errores, la parroquia de la Asunción o si se quiere el templo de la Saleta asume sus funciones y constituye un hito en el paisaje de Dolores Hidalgo. Símbolo de tiempos donde construir iglesias buscaba acabar con la blasfemia y obligar a ir a misa a los católicos más renuentes, aun siguiendo a una advocación no reconocida. Hoy es una iglesia más y un atractivo turístico, de los tantos que tiene esta localidad guanajuatense.
Texto publicado en la Revista Ínsula Barataria, n°33, septiembre 2019.